jueves, 20 de septiembre de 2012

Las emociones positivas podrían disminuir el riesgo cardiovascular

En este editorial los autores hacen referencia al trabajo No se preocupe, sea feliz: las emociones positivas y la disminución de los eventos coronarios en un plazo de 10 años”.

En su opinión, la relación entre la enfermedad cardiovascular (ECV) y la depresión genera numerosos interrogantes, como los referidos al tratamiento de los estados comórbidos. Está demostrado que quienes presentan en forma temprana un cuadro depresivo poseen un riesgo significativamente mayor de padecer una ECV tras la corrección de los factores de riesgo cardiovascular (CV) y que este efecto ocurre aun en ausencia del diagnóstico de depresión mayor. La depresión incrementa 1,5 a 2 veces el riesgo de ECV en los individuos que eran físicamente sanos. Además, los pacientes con ECV están expuestos a mayor riesgo de sufrir depresión. Cuando se asocian ambas entidades, el riesgo CV se incrementa más aún.

Los pacientes refractarios al primer esquema de tratamiento antidepresivo que sufrieron un evento coronario agudo poseen un riesgo CV mucho mayor. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) y los antidepresivos tricíclicos (ATC) no parecen disminuir el riesgo CV asociado con la depresión a pesar de corregir algunas de las alteraciones que la acompañan, como el aumento de las citoquinas proinflamatorias, la disminución de la circulación de células endoteliales y la deficiencia de la biodisponibilidad del óxido nítrico.

La combinación de los ISRS con los ácidos grasos n-3 tampoco disminuye el riesgo en estos pacientes. Incluso en un estudio realizado en más de 99.000 pacientes que sobrevivieron a su primera internación por insuficiencia cardíaca la prescripción de los ATC y los ISRS se asoció con el aumento de la mortalidad global y la asociada con los eventos CV. Esto también se observó en los sujetos que reciben ISRS y betabloqueantes, lo cual hace necesaria la realización de un ensayo clínico que permita escoger el tratamiento antidepresivo más apropiado para los pacientes con ECV.

En el trabajo que comentan, los autores examinaron la asociación entre el estado de ánimo de los pacientes y la aparición de eventos CV corregidos por la edad, el sexo y los factores de riesgo. Encontraron que las emociones positivas tienen un efecto protector sobre el desarrollo de la enfermedad coronaria, mientras que los síntomas depresivos aumentan la probabilidad de la instalación de la cardiopatía isquémica.


Puntualizaron que resulta sencillo evaluar este aspecto en la consulta, por ejemplo, si el paciente sonríe o si manifiesta placer o interés por los hechos cotidianos. Dado que se trata de un estudio no experimental, los autores advierten que no se pudo determinar si las emociones positivas pueden afectar en forma directa o indirecta la ECV, debido a que ambos trastornos tienen un aspecto subyacente en común. Esto es de gran importancia para el tratamiento de las patologías agregadas. Si las emociones positivas pudieran moderar los efectos del estrés, la reducción de este provocaría una disminución del riesgo de ECV. El factor subyacente también podría mediar los efectos de las emociones negativas; por ejemplo, el sueño de mala calidad podría aumentar el riesgo de ECV y disminuir las emociones positivas.

Sin embargo, si las emociones positivas y la ECV tuvieran una relación directa, un antidepresivo atípico como el bupropión (que modula las actividades noradrenérgica y dopaminérgica centrales) podría ser más beneficioso sobre el sistema CV. Está demostrado que este fármaco es más estimulante del ánimo que los ISRS, además de facilitar el adelgazamiento y la suspensión del tabaquismo. En cambio, los ISRS pueden producir un aumento de peso y tener menor impacto sobre las emociones positivas.

Los autores cuestionan si el efecto de las emociones positivas está relacionado con el riesgo a largo plazo. Se halló que las emociones positivas se vinculan a un indicador de un control autonómico saludable, como la variabilidad de la frecuencia cardíaca. Además, advierten que si la reducción de las emociones positivas aumentara la mortalidad a largo plazo, no sería fácilmente modificable.


Tradicionalmente se ha postulado que es casi imposible instituir cambios prolongados en la cantidad de emociones positivas o negativas, y que los seres humanos poseen un punto de ajuste emocional al cual los individuos regresarían en forma independiente en los eventos vividos. También postularon que si bien una parte importante de las experiencias afectivas pueden estar determinadas genéticamente, las experiencias vitales pueden modificar el grado de felicidad a largo plazo. En los pacientes depresivos o con emociones negativas, podría resultar beneficiosa una intervención que los impulse a realizar actividades agradables en forma diaria para mejorar la calidad de vida y disminuir el riesgo CV.

Los investigadores de las escuelas de psicología positivas tuvieron éxito al hallar, en forma empírica, que mediante estrategias en lo social, lo psicológico, lo fisiológico y lo conductual pueden incrementar la felicidad a largo plazo. También se comprobó el aumento de la sensación de bienestar y felicidad en los sujetos bien contenidos y con un entorno social seguro. Además, estas estrategias que mejoran el desempeño social y disminuyen la ansiedad podrían influir en la función CV.


La realización de actividades vinculadas a la gratitud, elegir un enfoque optimista, realizar actos de gentileza, escribir o hablar sobre las emociones negativas de la vida, visualizarse de la mejor manera posible, disfrutar de instancias felices, asistir al aprendizaje de la apreciación de las emociones positivas de la vida, la misericordia, la autorreflexión, incrementan la sensación de bienestar. También se asocian con esta sensación el ejercicio regular, la actividad sexual y el buen sueño.

Actualmente se están realizando ensayos controlados y aleatorizados sobre las intervenciones destinadas a generar emociones positivas en los pacientes con ECV. Los investigadores consideran que determinarán su eficacia sobre la función CV y proveerán una nueva percepción sobre la naturaleza de la relación con ellas.

Los autores concluyen señalando que el círculo vicioso que vincula la ECV con la depresión y viceversa merece mayor atención, tanto de los psiquiatras como de los cardiólogos. El aparente fracaso de la terapia antidepresiva para romper el enlace entre estas entidades pone énfasis en la importancia de tener nuevos abordajes como los propuestos en el trabajo comentado. Estos nuevos tratamientos podrían abrir un nuevo campo terapéutico para los pacientes depresivos con ECV conocida.


Artículo redactado por SIIC –Sociedad Iberoamericana de Información Científica