Inteligencia
social: la
nueva ciencia del éxito
Estás equivocado, absolutamente equivocado; y te lo
voy a demostrar”. La persona que recibía estas afirmaciones era
un militar de alta graduación y técnico experto que trabajaba para el
departamento de Defensa, y la persona que las emitía era un asociado de mi compañía
que tenía una gran capacidad técnica, pero una tremenda falta de habilidad
social.
En un momento de la reunión con el experto del Gobierno, este
opinó en contra de las posibilidades de una de nuestras tecnologías y mi
compañero, que tenía una magnífica inteligencia abstracta pero nula social, decidió que debía
aclararle al militar algunas cosas. Sus palabras ocasionaron a nuestra empresa
una pérdida de varios millones de dólares.
Competencia social
La capacidad para llevarse bien con la gente representa
la inteligencia social, y es una de las competencias más importantes de nuestra
inteligencia. Podemos decir que es una mezcla del entendimiento básico de las
personas –una especie de percepción social estratégica– conjugada con una serie
de capacidades para interactuar adecuadamente. La inteligencia social tiene
cinco dimensiones sociales:
Un radar para leer el contexto social en el que
nos encontramos y que nos permite elegir diferentes conductas.
Apariencia, qué es lo
que los demás perciben de ti: confianza, auto-respeto y valoración personal.
Autenticidad, que no es
más que una forma de conducta que genera la percepción de que eres honesto
contigo mismo y con los demás.
Claridad, la
utilización del lenguaje de forma efectiva, explicando los conceptos para que
los demás los entiendan y persuadiéndoles con nuestras ideas.
Empatía, la capacidad
de crear un sentido de conexión con los demás; hacer que los otros estén en tu
misma onda y se te aproximen.
Todas estas dimensiones de conducta van desde una
posición de altamente efectiva a muy poco efectiva, y su desarrollo ayuda a
comprender el espacio social.
Tóxico o estimulante
Los comportamientos tóxicos contribuyen a la alineación
al conflicto y a la animosidad, y hacen que los otros se sientan devaluados,
molestos o frustrados; mientras que los estimulantes nos llevan hacia la
empatía, la comprensión y la cooperación, y hacen que los otros se sientan
valorados, capaces, respetados y apreciados. Las personas con una alta
inteligencia social –aquellas que son esencialmente estimulantes en su conducta–
resultan atractivas, mientras que las que tienen una baja inteligencia social
resultan básicamente repelentes.
La principal causa de una baja inteligencia social es la
falta de introspección. Las personas tóxicas están frecuentemente tan
preocupadas por sus contradicciones internas que son incapaces de entender el
impacto que tienen en los demás, por eso necesitan que les hagan ver cómo son
percibidas.
Inteligencia social y emocional
La relación entre una y otra es cada día más clara. Por
ejemplo, cuando Reagan era presidente de Estados Unidos generó un alto nivel de
afecto que no hizo más que crecer una vez que dejó su cargo. Sin embargo,
aquellos que trabajaban más próximos a él se daban cuenta de la paradójica
contradicción entre su persona emocional y su persona social. Reagan era muy
habilidoso para motivar y encantar a la gente; pero eran muy pocos quienes, a
un nivel personal, podían conectar con él. Las relaciones con los miembros de
su propia familia eran distantes y tensas. De hecho, sus colaboradores decían que
les demostraba muy poco interés. Ronald Reagan era un hombre con una tremenda
inteligencia social, pero con muy poca inteligencia emocional.
Necesitamos hacer de nuestra inteligencia social una
prioridad y desarrollarla para ganar el respeto y cariño de quienes nos rodean.
La necesitamos para aprender a colaborar e influir de forma efectiva y para conectar
con aquellos a los que dirigimos.
Para
conseguirlo, tenemos que trabajar nuestra empatía. Hemos de ser capaces de
presentarnos de forma adecuada y ganarnos el respeto del equipo. La
inteligencia social puede reducir el conflicto, crear colaboración y eliminar
la polarización a través del entendimiento. Solo de esta forma movilizaremos a
las personas hacia los objetivos comunes.
Por Karl Albrecht