Por: Horacio A. Krell
Las neurociencias
detectan cómo se forman los hábitos y la neuroeducación enseña cómo se
cambian, se adquieren o se suprimen. Controlarlos es un mito porque al
hacerlo se los repite, como en la frase no pienses en un elefante. Lo primero que hacemos es pensar en él.
Aprender es
modificar el cerebro para que se adapte a los cambios. Aprendizaje y
evolución son sus armas para enfrentar los desafíos y su plasticidad
neuronal reformatea el sistema nervioso con la experiencia y el
conocimiento, y los aloja en la memoria.
Un recuerdo no es más que una asociación de neuronas convocadas por un estímulo.
Una memoria implícita.
Aprendizaje y memoria son aliados estratégicos. La memoria implícita
ejecuta acciones a nivel inconsciente, la explícita es una memoria
consciente. El hábito es una creación implícita que exige poco esfuerzo,
porque se repite cómodamente y en piloto automático.
La ventaja del
hábito es que no esfuerza la voluntad, es una memoria perfecta que se
repite. Recordar explícitamente es más difícil, los hábitos se usan sin
advertirlos. Sin ellos habría que pensar hasta para respirar. El hábito
se perfecciona con la repetición. Sin motivación y entrenamiento no se
consolida y se tratara tan sólo de un intento fallido.
La corteza
prefrontal organiza la secuencia de tareas necesarias para ejecutar un
plan y alcanzar un objetivo. Con la atención selectiva activa la memoria
operativa e inhibe otras. El aprendizaje asociativo sobre relaciones
causales se basa en el orden, la contigüidad temporal, espacial y la
contingencia entre las respuestas y los estímulos (ER).
Lóbulos prefrontales y ganglios basales.
En el reflejo condicionado descubierto por Pavlov la clave es el
ambiente, en el condicionamiento voluntario importa la motivación.
Las conductas
motoras son aprendidas y se perfeccionan con la práctica. Al
principio son imprecisas. Un programa instintivo se puede modificar con
estrategias cognitivas, con participación de la memoria explícita, hasta
que el cambio finalmente se automatiza y se vuelve implícito. Los
estudios con neuroimágenes confirman que, a medida que se construye una
destreza motora, la actividad basal aumenta al tiempo que la actividad
prefrontal disminuye.
Primero funciona la
asociación sensorial, luego la asociación motora. La conexión
prefrontal participa en el momento del aprendizaje con reglas explícitas
para aprender la secuencia, pero, a medida que se automatiza, los
ganglios basales controlan la ejecución, sin requerir un control
consciente.
Hábito es un
aprendizaje que no se basa en el saber, sino en conexiones automáticas
de (E-R). La secuencia se inicia más automática y compulsivamente que
en las destrezas motoras, que se desencadenan de modo más voluntario.
Muchos hábitos apenas requieren acciones motoras. Su aprendizaje, como
el pavloviano, desencadena respuestas inflexibles no orientadas a la
meta como la respuesta instrumental y una vez establecidas, no
requieren la retroalimentación que guía a la instrumental y están más
controlados por el contexto.
Son aprendizajes
resistentes a su rápida devaluación o extinción, porque la respuesta
está controlada mucho más por los estímulos que la preceden y mucho
menos por los que la siguen.
La resistencia al cambio.
Proviene de evitar el esfuerzo intelectual que el cambio representa.
Sin el control por contacto con la realidad el error se convierte en
hábito. El futuro puede ayudar a crear buenos hábitos si existe la
visión magnética del objetivo. La mente es como el campo, ambos
producen lo que se siembra en ellos.
Un hábito se crea
al darle prioridad, planearlo, ejecutarlo y controlarlo. La actitud vale
tanto como la aptitud. El hábito de la habilidad enseña a hacer, el de
la actitud las ganas de hacer, de empezar y perseverar. Hay que
formarlos en la infancia, el niño es el padre del hombre. El peligro son
los malos hábitos. Cada uno crea los hábitos que luego lo forman.
Concentrar la energía en el cambio. Cotejar
lo nuevo con lo viejo activa la energía de la corteza prefrontal que
se conecta con el circuito del temor donde interviene la amígdala.
Un cambio
importante consume mucha energía. Para evitar que triunfe la rutina se
deben generar nuevas rutas. Para incentivar el aprendizaje hay que
llamar la atención con propuestas sugestivas, que el cerebro cree
soluciones sin que le sean impuestas.
No existe segunda
oportunidad para la primera impresión. El momento crucial para entender
es interno. Para eso la idea debe ser presentada en un formato original
y frecuente para que refuerce la concentración y rompa el equilibrio
que conduce a más de lo mismo.
Energía individual y social.
La mayor parte del trabajo se hace colaborando y los resultados
dependen de que las relaciones sean satisfactorias y equitativas. La
cooperación da prioridad a los beneficios globales sobre los personales.
El mecanismo de refuerzo social es la motivación intrínseca, mientras
que la recompensa económica es extrínseca. Ambos activan áreas del
bienestar que junto a la justicia social y el respeto ayudan a aprender y
a disparar conexiones neurales que focalizan la atención en las nuevas
ideas.
La falta de respeto
o exclusión producen dolor, dificultan la habilidad de pensar, y
liberan cortisol, una sustancia nociva que despierta neurocircuitos de
aversión, temor y rechazo.
Un valioso recurso
es enfocar la atención en la respiración abdominal, que tiene por sí
sola la capacidad de producir la secreción de hormonas como la
serotonina y la endorfina y mejorar la sintonía entre los hemisferios
cerebrales. Al revés, el desánimo y la ira, hacen que las decisiones
partan desde un punto de vista inadecuado. Es más inteligente llevar la
atención a lo tiene la capacidad de serenar el estado mental.
La palabra es otra
forma de energía. La tomografía de emisión de positrones visualiza cómo
las personas que se hablan a sí mismas de una manera más positiva
consiguieron remodelar físicamente su estructura cerebral. Las palabras
activan núcleos transformadores del miedo.
¿Cómo actúan los fármacos?
Las neuronas se comunican entre sí liberando moléculas de dopamina, un
neurotransmisor de los buenos. Las personas con ADHD emiten dopamina
pero ésta es prontamente removida y su efecto dura poco. El fármaco
evita que sea barrida y persista por más tiempo. Son como los anteojos
que ayudan mientras se tienen puestos.
La droga sirve para concentrarse, regular la impulsividad pero no cambia la personalidad.
Se puede hacer
mucho desde lo educativo: aprender a administrar el tiempo y un método
de estudio. Si alguien es desordenado, la medicación no ordenará sus
papeles.
Los principios del cambio. Sólo
se cambia fácilmente lo que es sencillo. Para cambiar un comportamiento
hay que cambiar el patrón mental que lo genera. Al principio uno puede
dejar un hábito pero lo extraña y vuelve a él. Para pensar y vivir mejor
es necesario activar los neurotransmisores químicos del bienestar que
armonizan el sistema emocional.
En pocos días es
posible dar un gran paso en la forma de pensar. La neuroplasticidad es
el recurso físico. El cerebro hace que el resto funcione, da las órdenes
pero es educable. La mente es su parte invisible, nos brinda
pensamientos, ideas y los niveles de conciencia. Los programas
subconscientes se graban y automatizan creando hábitos por repetición.
Supermercado personal.
Hay un sitio donde comprar, estrenar y disfrutar cada día de forma
gratuita y divertida, de un modo feliz, nuevo y único ya que cada día es
diferente.
La cuestión es
reconocer lo que está mal y qué se debe cambiar. Un mal hábito, pese a
que perjudica física, emocional, espiritual o socialmente, se repite. Es
necesario explicitar lo que se desea cambiar y trazar una ruta para que
el reloj biológico se acostumbre.
El propósito del
cambio acelerado en 21 días es reprogramar la forma de hacer algo
luchando contra uno mismo y lograr el deseo de hacerlo en forma natural
como si siempre se hubiera hecho así. Los hábitos no cuestan si el
cuerpo los asimila naturalmente.
¿Cómo implementar hábitos?
Tan difícil como cambiar hábitos es implementar nuevos y acostumbrar al
cuerpo a hacer lo que nunca hizo. La constancia y la dedicación de
mejorar la calidad de vida son el motor de los cambios radicales. La
felicidad es una decisión de hacer lo que nos motiva convirtiéndolo en
hábito, quitándole el espacio a la depresión.
Cuidar los pensamientos:
La mente es un intérprete fiel de lo que percibe, lo traduce en
impulsos eléctricos y crea respuestas. Hay gente que ve los problemas en
forma de caos, otros como algo complicado y algunos como una
oportunidad.
El cuerpo pide que
no retrasemos los cambios, si pensamos a corto plazo es mucho más
saludable que pensar en un futuro incierto. El cerebro crea nuevos caminos
si se lo bombardea con acciones nuevas. William James decía que uno
tiene que hacer algo 21 días para que se convierta en un acto
subconsciente. Cuando aparece un fracaso, el ejercicio es encontrar
cinco cosas por las cuales dar gracias. Cada día tiene sus puntos
buenos.
Debemos aceptar que
vivimos en tiempo presente, que está bien disfrutarlo y que por algo se
lo llama regalo. Hay que hacer cosas que contribuyan al futuro, pero
disfrutar de las cosas que dan felicidad y revisar las metas para
conciliarlas con los actos placenteros.
También hay
meditaciones para ser más positivos sobre el futuro y a darle más valor a
vivir en el hoy y a nutrir las relaciones. Al cambiar los hábitos
negativos por positivos uno se convierte en otro. Elige algo concreto.
Hazlo tres veces al día durante 21 días sin preocuparte de otras mejoras
y el cerebro creará el surco neurológico del nuevo hábito.
Un
pensamiento de éxito repetido genera una acción. Una acción de éxito
repetida genera un hábito de éxito. Un hábito de éxito repetido genera
un carácter exitoso. El día 22 es el día en que la acción se hace hábito o ese día en que el hábito negativo desaparece.
Neuroprogramación de hábitos.
La clave es la proactividad, creer que uno puede cambiar las cosas, que
no está condicionado. Al mismo tiempo es necesario conocer la razón de
ser, la misión en la vida. La persona reactiva reacciona, el proactivo
elige primero lo primero, lo importante a lo urgente. Para la ley de
Pareto el 20% de los factores producen el 80% de los resultados. Hay que
entender por qué se quiere el hábito y darse 21 días para lograrlo y
aceptarlo o pensar que no era para uno. Es un ganar-ganar donde nunca
se pierde.
Darle lugar en tu agenda. Si llueve o se durmió, reprograme la práctica para la noche.
Identificar los refuerzos. Los hábitos se conectan. Despertar y acostarse temprano se relacionan, igual que el ejercicio y la alimentación sana.
La ley de Murph. Afirma que todo puede salir mal. La solución es anticiparse y ser previsor en los detalles.
Hacer un seguimiento. Es una forma de rendirse cuentas a uno mismo.
Auto confianza,
entusiasmo e ilusión son activos emocionales que movilizan la zona
prefrontal, sede del pensamiento avanzado donde se inventa el futuro y
se valoran las alternativas y estrategias para encarar los problemas y
tomar decisiones.
Cuando el corazón
quiere, la mente le muestra el camino. Hay que entrenar la integridad
honrando la propia palabra. Si alguien dice voy a hacer esto y no lo
hace altera físicamente su cerebro. El mayor potencial es la conciencia.
Aceptando lo que somos y lo que no somos, podemos cambiar. Lo que se
resiste persiste. La aceptación es la clave. Sin fe el temor produce la
violencia que destruye. Creer en uno mismo es la fórmula de la creación.
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